viernes, 27 de abril de 2007

VUELVE / KONSTANTIN CAVAFIS


Vuelve a menudo y tómame,
amada sensación, vuelve y tómame
-cuando del cuerpo la memoria se despierta,
y un antiguo deseo vuelve a pasar por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten como que tocan otra vez.
Vuelve a menudo y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

jueves, 26 de abril de 2007

TESTIMONIO DE UNA SOBREVIVIENTE DE GERNIKA





“Todo era fuego”

EFE

GUERNIKA.- "Yo estaba con 'ama' (mamá) en el mercado cuando empezaron las bombas. Lo dejamos todo allí y volvimos a casa corriendo. Los aviones grandes bombardeaban y los pequeños ametrallaban por todo alrededor. Todo era fuego", relata Josefina Odriozola, una mujer de 84 años que rememora lo sucedido aquel día fatídico.

Ese día, los aviones alemanes de la 'Legión Cóndor', con el apoyo de algunos aparatos de las fuerzas aéreas italianas, bombardearon sin previo aviso, bajo las órdenes de Franco, la localidad vizcaína de Guernika.

Un ensayo de lo que vendría después

Lo que se vivió aquel día en Guernika supuso, además, un ensayo de lo que después se repetiría en otras ciudades europeas durante la II Guerra Mundial. Guernika entraba así en los libros de historia y el ataque se convertía después en una obra de arte universal gracias a 'Guernika', el lienzo de Picasso.

"Empezó sobre las cuatro de la tarde. Aquí en aquellos tiempos los lunes venía mucha gente al mercado, como si fuera una fiesta", explicó Josefina, quien vendía junto a su madre "puerros, patatas, huevos... y lo que se cogía en el caserío" en el que vivían, muy cerca del casco urbano.

Ella y toda su familia más cercana, sus cuatro hermanas y un hermano, así como su madre -su padre falleció cuando tenía ella cinco años- sobrevivieron al bombardeo, aunque, según afirmó, hubo unas horas en las que temió por la vida de su hermano, que no apareció en la casa hasta el día después.

"Los rojos no tenían aviones"

Josefina Odriozola también explicó que una hermana suya tuvo mucha suerte ya que, en vez de permanecer en el refugio de la fábrica en la que trabajaba, optó por volver al caserío. "Todos los que estuvieron con ella, allí quedaron, pero cientos ¿eh?, muchos", aseguró, mientras insistió en que se trató de un ataque por "sorpresa. No avisaron nada".

Según Josefina, su hermana, que cocinaba en el cuartel que tuvo en la localidad el Ejército franquista, se atrevió a decirles a los militares que fue Franco quien había bombardeado la localidad porque "los rojos no tenían aviones".

"¿Sabes lo que le contestaban? -sonrió la mujer mientras recordaba-: 'a esta rojilla la vamos a llevar a Vitoria y le vamos a cortar el pelo al cero'".

A pesar de todo, su voz no delató rencor alguno. "Lo pasado, pasado está, qué le vamos a hacer. No sé por qué pasó, qué venganza hubo", explicó.

Un bombardeo sistemático

Según el Museo de la Paz de Guernika, el primer avión apareció hacia las cuatro de la tarde y al cabo de unos 15 minutos tuvo lugar la primera oleada.

Empezaba así el bombardeo sistemático de Gernika, que se prolongó durante más de tres horas y en el que intervinieron aviones Heinkel 111 y Junker 52, de bombardeo; y Heinkel 51 de caza y ametrallamiento.




70 AÑOS DE LA DESTRUCCIÓN DE GERNIKA


Tomado del Diario El País. 26.04.2007
Gernika es hoy la ciudad mundial de la paz; nada parecido a lo que vivió hace 70 años, un lunes de mercado en el que en menos de tres horas su centro quedó reducido a un conjunto de escombros. A día de hoy se desconoce el número exacto de personas que murieron en el bombardeo que, sin previo aviso, llevó a cabo la Legión Cóndor de la aviación alemana, apoyada por aviones italianos y al servicio de Franco.

La memoria de Gernika
Representantes de varios colectivos e instituciones, y testigos de otros lugares fatídicos del mundo, recordados por episodios de guerra, participan hoy en los actos organizados en la localidad vizcaína. Allí se leerá una declaración "Gernika por la paz", manifiesto por la reconciliación y contra la violación de los derechos humanos. Se leerá en diferentes lenguas, junto al árbol de Gernika.

Allí estará el lehendakari Juan José Ibarretxe, el premio Nobel de la Paz, Adolkfo Pérez Esquivel, el de Química, Mario Molina, y alcaldes de localidades como Hiroshima, Conventry, Dresde, Hamburgo, Varsovia o Stalingrado.

El homenaje se extiende a otros lugares donde también se leerá el manifiesto, como Buenos Aires, México, Santiago de Chile, Rosario, Mar de Plata, Bahía Blanca, Montevideo, Boise, Sydney, Nueva York o Madrid. El nombre de Gernika también será pronunciado en Berlín, ciudad que se propone sacar del olvido aquel crimen nazi mediante un programa de actividades culturales que combina danza contemporánea, simposios, lecturas y un ciclo de cine. La presentación se celebrará en el Instituto Cervantes de la capital alemana.

La polémica del cuadro

Un año más, el gran ausente del homenaje será el conocido homenaje de Pablo Picasso al bombardeo. El cuadro, que se encuentra en el museo Reina Sofía de Madrid, es reclamado año tras año por el Ayuntamiento de Gernika para su exposición en el País Vasco. A falta de cuadro, se exponen en la localidad entre 20 y 30 dibujos con los que el pintor malagueño preparó la elaboración del Gernika.

Además, la plaza de la ciudad acoge hoy una exposición en la que los visitantes podrán dejar sus deseos de paz en un árbol o participar en un "cuadro por la paz", un fotomosaico de la obra de Picasso realizado con fotografías de ciudadanos anónimos.

miércoles, 25 de abril de 2007

THE TALLIS SCHOLARS SINGS PALESTRINA

CODA / MHARÍA VÁZQUEZ BENARROCH





CODA.
Un camino con corazón.


I
La poesía como resultado de una experiencia profunda, de intensa meditación sobre cosas que me parecen esenciales. Como instrumento de indagación de la vida, de su sentido, y del sentido de la propia poesía.

Una voz buscando exasperadamente un sentido al vivir, buscando un modo de formular una visión del mundo, las emociones y experiencias de una voz comprometida con estos tiempos desesperados.

Escribo poco, con dificultad, muchas veces con dolor, para comunicar…y sin embargo hay zonas oscuras en mí escritura que ni yo misma puedo explicar.

Quiero la revelación del sentido más hondo de la vida. Lucho para que mi poesía sea plena, no para reducirla. No quiero una poesía académica, sin carne ni hueso. Siempre escribo con pasión y reviso sin piedad. Muchos poemas, libros enteros se han salvado gracias a la tenacidad de los otros, que ven en ellos virtudes que mi ferocidad no salvaría.


II
En la extrema soledad de la escritura, el poema siempre será una epifanía.

El punto de partida es un impacto, un ligero resplandor sobre las cosas o el recuerdo. Espero. A veces días, semanas, e incluso hay poemas donde espero desde hace años. Andan conmigo en borradores,los manoseo, los reescribo, siempre a mano, con un comercio íntimo entre la hoja y la piel que escribe. Van germinando, moldeándose, se muestran al sol con su propia estatura, entonces se revela el verdadero poema…y por un instante soy feliz, lo tengo, entonces lo escribo, lo guardo, como un acto de amor.


III
Las dudas se resuelven con el tiempo y el poema sobrevive con cuanto necesito. He puesto todo el rigor en el acto de formularlo, por lo que pocos regresos hay a él, a veces sólo como espectadora de un milagro casi ajeno, ya no es mío, recorre sus propios caminos en los ojos de quienes lo leen.

Lo poético como la expansión del alma en contacto con la realidad, un acto de reconstrucción del espíritu, nos reconstruimos en la escritura.




IV
En lo mejor de nosotros, la infancia se empeña en vivir.

Yo le ofrezco a la gente mi niña de ternura, ella se preserva de la destrucción, de la maldad del siglo, ella se escribe línea a línea en cada poema. Sin traiciones, la mujer de ahora vive su tiempo confortada por la niña que todavía habita a la poeta.


V
Ella cantaba canciones sefardíes. Mi abuela las guardaba para cantarlas en las noches largas, mientras tejía y tejía sin sentido nuestros suéteres para un nuevo país sin frío y sin sol.

Entonces hablaba de España, de los dogos de la hacienda y de la guerra civil, de las tías abuelas muertas en Auschwitz-Birkenau, de los exilios. Iba tejiendo madejas y recuerdos, separando a la familia en malos y buenos, como en las antiguas rencillas de terratenientes en la Rusia de sus abuelos, absolviendo a voluntad o condenando a los ya muertos.

Ella era la memoria del guerrero y yo heredaba las historias, las guerras, los encuentros. Ella fue el comienzo de la poesía sin saberlo.


VI
La necesidad de mirar hacia atrás para fijar raíces. Hacer memoria, tocar tierra, la tierra de nuestros mayores. Hija de inmigrantes, siempre he sentido la necesidad de fijar un lugar que fuera mío, de hacer una patria que lleve en su rostro lo de antes del mar, y lo de ahora, esta tierra de sol que somos ahora. La patria de los primeros recuerdos, los primeros olores…una patria para perdurar el misterio que somos, esa patria siempre será Venezuela.

He viajado y vivido en muchos países, esa condición me persigue como una maldición, con intenso dolor, del que sólo me recupero cuando regreso a Caracas, a su desoladora pero siempre querida presencia. Una ciudad que me agrede, que casi siempre me violenta, pero a la que regreso como a un amor sin salida.


VII
Siempre leía como una angustia interminable, con una pasión que los años no han logrado apaciguar, y prefería la prosa.

La poesía que conocía en mi niñez me era extraña, eran sólo pedazos de tipografía rimada, demasiado alejada de la realidad, en fin, Rubén Darío no sabía nada de mi barrio de inmigrantes, su comida era suntuosa y estaba rodeado de vinos exquisitos, no sabía del caldo escaso y pobre que comíamos al mediodía, ni del estridente aullido de los perros por la noche. Entonces, llegó Neruda, con su pan y su cebolla, con el frío del sur de Chile...y entonces supe de la poesía cotidiana.

Como enorme río llegaron los demás, Vicente Aleixandre, los hermanos Machado, Miguel Hernández, Huidobro, Vallejo, Drummon, Ferreira Gullar, Michaux, Cendrars, Dense Levertov,William Blake, Juan Gustavo Cobo Borda, José Emilio Pacheco, Alejandra Pizarnick, Cadenas, Juan Sánchez Peláez, y tantos otros que se aparecen con la misma ternura de los primeros días.

Ellos permanecen conmigo, me enseñan que la poesía sabe de dolor y cotidianeidad, pero que no requiere de fastos, ni pompas. Que los libros caminan sólos y son la historia y el tiempo quienes verdaderamente los juzgan.


Caracas, Enero 2007

lunes, 23 de abril de 2007

DÍA DE SANT JORDI / BARCELONA



LA PRIMERA VEZ QUE LO VIVÍ EN BARCELONA no podía del asombro...un día dedicado a regalar una rosa y un libro!!! las calles inundadas de rojo al amanecer, tobos de rosas en cada esquina, gente que marchaba al trabajo con una rosa en la mano, niños que entraban al colegio con varias rosas y un libro.
En el día del santo patrono de Catalunya, la costumbre es regalar una rosa por la sangre del dragón vencido, y un libro por la civilidad de una cultura como la catalana, donde el conocimiento más que un derecho es un deber.
Ahora lejos de Barcelona mi ciudad más que amada, se me llenan los ojos al recordar sus calles llenas de gente feliz, rosas y libros.

viernes, 20 de abril de 2007

EDUARDO GALEANO / ESCRITO EN LAS PAREDES


Preguntas


Vivir solo ¿es tan imposible como vivir acompañado?

Los mudos ¿practican el sexo oral?

¿El amor muere o cambia de domicilio?

Un parto en la calle ¿es alumbrado público?

Si María era virgen, ¿Jesús era adoptado?

Cuando yo sea niño, ¿seré poeta?

FEDERICO VEGAS / CUENTO: MERCURIO




Todo esto me lo contó Luis Jerónimo, y yo le creo. Fue el miércoles en la noche, justo después del primer concierto en el Poliedro del grupo Queen. Eran tres conciertos, pero ese fue el único, porque al día siguiente se murió Rómulo Betancourt y declararon luto nacional. En esos días yo andaba con el grupo de karate del Tuerto Arcaya, y Jesús de Los Reyes nos había contratado de guardaespaldas. Para eso no sirvo, pero como hablo inglés y le caí bien a Fred Mercury, después del concierto me dijeron que fuera a darle una vuelta por la ciudad. Me fui en mi carro con el tipo y un Disip. El Disip era un cumanés macizo parecido a Pedro Marcano, el boxeador que se hizo el muerto en una esquina y así engañó al japonés y lo noqueó en el último round. Lo tenían para cuidar personalidades porque era sumamente jodido y hablaba poco. Tenía los brazos siempre separados y movía la cabeza como un péndulo. Era una mezcla de ladilla con garrapata. Usaba zapatos de goma blancos, pantalones brincapozos, una chaqueta McGregor y olía a mentol y a ropa mal secada. Se sentó atrás y nos fuimos del Poliedro. Mercury dijo que quería comerse unas “arrepas”. Después de cantar, se estuvo bañando por una hora pero seguía sudando por los bigotes. Lo llevamos a la arepera que está al lado de Ciudad Banesco. No se bajó del carro y el Disip le trajo su arepa. Mercury preguntó que si era “corn” por qué no era “Yellow”. Entonces le trajimos una cachapa con guayanés. Le gustó bastante y además se tomó tres jugos de guanábana. Me dijo que ya no se metía drogas y que ahora era naturista. Pensé que después iríamos hacia su hotel, pero Mercury se arrebató con el balde de guanábana y me dijo que quería ir a un bar gay. Yo lo único que conocía era el Annex, en Sábana Grande, y allá fuimos. Apenas entramos todos se alborotaron y agarraron unas poses giratorias de no reconocer a Mercury: retorcían el cuello como unas cigüeñas y se subían y se bajaban el cierre de las chaquetas de cuero. Mercury dijo que ese lugar era un “fake”, que él quería “the real shit”. Le dije que yo no sabía de otros sitios y entonces sacó de su koala un libro grueso, la World Gay Enciclopedia, y ahí mismo me mostró una dirección: Venezuela, Caracas, Night-Life, Boulevard Catia, two blocks from plaza Sucre, calle El Cristo, “A fondo”. Where a wounded deer leaps highest, and a cheek is always redder. Go on your own risk, and have something to brag about for ever”. El Disip intervino y dijo que esa zona estaba fuera de protocolo. Yo le dije: —¡Discreción mi comisario! ¡Nunca diga un británico que somos unos caguetas! —Y agarré la autopista. Llegamos al sitio a la una y media. Quedaba al lado de una licorería donde estaban unos viejos y tres tipos uniformados de peloteros. —Muy tarde para tanto bate y cachucha—dijo el Disip y se bajó con la mano metida en la chaqueta. No le gustaba el área y estornudaba a cada rato, pero nadie nos volteó a ver. Tocamos una puerta metálica que tenía unas ranas moradas pintadas en unos rombos. Le dimos hasta que abrieron una ventanita. Al primer ojo que se asomó le pregunté: —Buenas noches, señor, si es tan amable, ¿aquí quedará a “A fondo”? Cerraron tan de golpe que casi me arrancan la nariz. Mercury me apartó, estiró el cuerpo, apoyó las dos manos en la puerta y comenzó un tamborileo con los diez dedos, arañándola y sobándola a la vez. No paró el repique hasta que abrieron otra vez la ventanita, entonces metió por el hueco una lengua más larga que la de Mick Jagger y la meneó como una mapanare. Nos abrió un gordito que olía a algodón de azúcar. Sin decir una palabra nos llevó por un pasillo decorado con fotos de películas de guerra. En un afiche aparecía Steve McQueen en la moto del Gran escape. Le habían abierto unos huecos en los ojos con un bolígrafo. Llegamos a un galpón con los hierros del techo pintados de un dorado que brillaba en la oscuridad. Había una música que salía de muchas radios pequeñas que colgaban con alambre de las vigas a diferentes alturas, y en todas sonaba la misma emisora. Me gustó el efecto de ciudad y desorden. Nos fuimos los tres a la barra que estaba forrada en papel de aluminio. El Disip se apoyó de espalda y no hacía sino vigilar, usando ambos codos para empinarse. Esta vez nadie nos miraba. El Disip y yo pedimos cerveza. Mercury preguntó si había más guanábana. Sí tenían, pero en guarapita. Me acostumbré a la oscuridad y pude ver cómo más de cincuenta tipos bailaban haciendo un largo tren. Todos arrastraban los pies a la vez. En el piso de cemento había arroz o arena, que con las pisadas sonaba a charrasca con un ritmo de lija y jamoneo que nunca terminaba. La música era un bolero que repetía: “Cocodrilo verde que en tu palmar se pierde”, y el tren tenía su bamboleo de caimán. Había uno que brincaba aparte, de su cuenta; un gigante sin camisa que le daba golpes al suelo con unas patadas lentas, con rabia, mientras se frotaba los músculos de los brazos como enjabonándose. Creo que hacía de locomotora descarrilada, porque de repente uno que otro se soltaba del trencito y le bailaba alrededor a Sansón, con esos pasos de vuelo en picada a lo Yolanda Moreno. El Disip me secreteó: —En esta vaina nos van a meter droga en la botella. A un pana le metieron la yohimbina con afrodina y se lo clavaron cual coneja. Mi cerveza la destapo yo… aquí traigo navaja. En eso Mercury me dijo que fuera a llamar a un flaquito que debe haber sido bailarín de verdad porque daba vueltas y vueltas sin marearse. Busqué al flaquito y lo jalé a la barra. Bajó la luz lo vi amarillo y con demasiada pestaña. —Esta noche vas a conocer a un famoso cantante internacional —le dije en secreto. El flaquito bebió de la guarapita de Mercury y dijo desafiante: —Yo también canto. Luego se puso a chupar la guinda, mientras Mercury no hacía sino olerlo. El flaquito se arrimó a donde yo estaba y dijo en voz alta: —¡Ese señor sí mira! —y luego añadió para darse importancia— ¡Yo soy una sardina! En eso Mercury pegó un brincó, lo mordió por la oreja y le aplastó la cabeza contra la barra arrugando el papel de aluminio. Cuando lo tenía inmóvil empezó a dar bufidos, soltando el aire unas veces por la boca y otras por la nariz. —¡Ay! ¡Me quieren comer!—, gritaba el flaquito y se retorcía. Antes de soltarlo, Mercury hizo unos ronroneos. Entonces dijo abriendo mucho la boca: —I am going to suck you dry. Y me hizo señas para que tradujera. Le dije al flaquito, que todavía se secaba la baba de la oreja con la franela: —Dice aquí el señor Mercury que te lo va chupar hasta dejártelo seco. Y se fueron a bailar más allá del tren y la locomotora. Brincaron un rato y luego se perdieron por los fondos de aquellos revolcaderos. Me quedé con el Disip en la barra. Cerveza y más cerveza. Al rato me dijo: —No me gusta esta vibra. —Todo está bajo control, mi comisario —le contesté. —Claro que está bajo control… no se imagina lo que cargo aquí. Esta noche podría volar toda Catia. Después de la quinta cerveza, el Disip me pidió que lo acompañara a mear. —Aquí hay que estar unidos —insistió. Le dije que se fuera solo, que yo vigilaba la pista. Apenas empiné la botella ya el hombre estaba de regreso. Me contó que en el pasillo había un tipo desnudo guindando por los brazos. —Está como ahorcado… estos carajos son locos. Lo seguí por un pasillo largo, pasamos por encima de unos sacos de cal y unas cabillas y pude ver al bicho amarrado con un mecate por las muñecas y sacudiéndose contra la pared. Entonces nos pasó por el lado uno que venía del baño. Cuando llegó frente al colgado, tomó un fuete de jockey que guindaba de un clavo y le dio por las costillas. Volvió a poner el látigo en su sitio y siguió tan tranquilo. El colgante se quedó cantando: ¡Ay qué rico, es el aire que da mi abanico! Cuando pasamos me le quedé viendo. Era fibroso y peludo, y cerraba los ojos como si le diera pena que lo viéramos desnudo. Seguimos para el baño sin hacer nada y el flagelado nos preguntó: —¿Y ustedes qué son? ¿Ranas o sapos? Terminó entorchado y mirando el cielorraso a lo San Cristóbal. Justo cuando entrábamos al baño nos gritó: —¡Quien no da es porque no tiene! Entonces el Disip se devolvió y comenzó a darle en serio por las costillas y el colgado empezó a gritar: —¡Jorge! ¡Help! Seguro que Jorge era el de las patadas, así que agarré al Disip y le dije: —Comisario, ¡vinimos fue a mear! El Disip quedó alterado. Cuando se paró frente a un urinario con metras de colores en la rejilla, me sonó asmático: —Los voy a escoñetar a todos—repetía—, seguro que me metieron algo en la cerveza… me está costando… mire, mire, mire: ¡pura gotica! Y empezó a silbarse y arrullarse con una canción de cuna. Yo hasta ese momento no tenía preocupaciones. Me sentía metido en algo que daba lo mismo soñarlo que vivirlo. Lo peor que podía pasar es que no pasara nada, que, como en los sueños, me despertara antes del final. Pensando en esto le pregunté al Disip: —¿A usted nunca le da culillo? —Culillo es cuando se te pone el culo chiquitico. Yo lo que cojo son arrecheras. Salimos y pasamos frente al colgante que seguía guindando de sus cabuyeras. Cuando íbamos por el final del pasillo le gritó al Disip: —¡Adiós Furia! —y relinchó. El comisario iba a repetir la dosis, pero yo le dije: —Déjelo, comisario, ese se gangrena solo. Volvimos a la barra y en eso apareció Mercury sudando con su flaquito, que canturreaba: —Tú si vas lejos, ¡mercuriocromo de mi costrica! Tomaron más guarapita y siguieron bailando. El Disip me dijo que se iba a pasar a Extranjería a manejar lo de los pasaportes, que ahí era donde estaban los reales. Unas veces hablaba del futuro y otras del pasado, contándome su vida para atrás y para adelante. Como las cuatro y media de la mañana nos largamos. Dejamos al flaquito cerca de su casa por Los Magallanes. Por el camino le cantó a Mercury unos polos margariteños; luego no se quería bajar del carro porque le había prometido a su Mercurio unas empanadas de cazón que preparaba su mamá, pero el Disip lo sacó de un empujón. Parado en la acera el bailarín se puso a rogar: —¡Ya va, ya va, la ultima últimita! —y empezó a bailar jalándose él mismo por el pelo. Sabía su oficio y parecía flotar en el aire sostenido por unas cuerdas. Se estuvo dando jalones hasta que nos fuimos. Lo dejamos llorando y gritando: —¡Ahora es cuando hay! Entonces Mercurio dijo que quería ver una buena vista de la ciudad y lo paseamos por la Cota Mil de punta a punta. Íbamos los tres en silencio y empezó a darme sueño. Luego dijo que quería más cachapas y más jugo de guanábana. Ya era adicto. Lo llevamos a otra arepera que está por la Francisco Solano. Se metió su par de jugos y se fue caminando sin preguntarnos nada. Bajó media cuadra y le cayó al bulevar de Sabana Grande por el Radio City. Empezaba a amanecer. El Disip y yo lo seguíamos a veinte pasos. De pronto arrancó a cantar. Luego me contaría que con esas tonadas los pastores irlandeses atontan a los carneros y los ponen más dóciles antes de sacarle la lana. Empezó suave, cantando a la primera luz y a los árboles y a los postes que seguían encendidos, luego escaló varias notas y su voz vibraba en las ventanas de los edificios y se iba rebotando por los callejones. Avanzó más y se pusieron a escucharlo unos tipos del aseo urbano que rodaban unos pipotes y un flaco de caqui que bajaba fajos de periódicos de una camioneta, luego levantó el cuello una mujer que había dormido abrazada a una mesa del Gran Café y uno que venía caminando se agachó a amarrarse los zapatos. La calle empezó a angostarse y fue creciendo la audiencia con unos niños con lagañas que salían aferrados a sus bultos y conserjes en bata, y una pareja de viejitos que se asustó y se agarraron de las manos. Todos se quedaban en la misma posición y uno creía estar viendo una foto de cinerama en la que sólo Mercurio se movía con lentas zancadas. En los bordes lejanos había cada vez más gente que llamaba a otras gentes para avisarles que por allá estaba pasando algo que nunca antes había pasado y que no iba a pasar más nunca. Un taxista cruzó el bulevar de norte a sur y frenó y abrió la puerta. De golpe entró el calor del sol y se apagaron los postes. Ya la calle olía a pan, a café, a motor, a los comienzos del día, y las rejas de los comercios iban subiendo pero sus chillidos no eran nada frente a aquella voz que hacía a la ciudad más bella, y también más frágil porque seguía indecisa y boquiabierta mientras la voz se abría paso por entre las manadas que iban llegando a aquel musical inmenso acerca de una ciudad que despierta un jueves cualquiera. Todos empezaron a mecerse y cuando Mercurio terminó de cantar nadie dijo nada. Se creían parte del elenco y se miraron unos a otros felicitándose en silencio, y la vida del boulevard continuó con esa cadencia, ese ritmo y esa agilidad que logran los bailarines después de ensayar mil veces. Entonces el Disip me agarró duro por los hombros y me dijo en secreto: —¡Qué belleza! Esto es lo que me gusta de este trabajo —y se remangó la manga de la chaqueta y me mostró cómo se le habían erizado los pelitos del antebrazo. Apenas le vi en los ojos la sonrisa de maldad y de dulzura, me empezó a dar el culillo que no había sentido en toda la noche, ese espasmo que nos deja sin coartadas, sin muchas ganas de llegar al final. Más todavía cuando me preguntó: —¿Y tú que sientes mi panita?




BIOGRAFIA



Nacido en Caracas el 18 de marzo de 1950. Graduado de Arquitecto en 1976 en la Universidad Central de Venezuela. Ha sido profesor de Diseño Arquitectónico en la UCV, profesor de Diseño en Princeton University (1983) y visiting scholar en Harvard University (1995).
Ha publicado libros sobre Arquitectura: El Continente de Papel (1984), Pueblos (1979-1984-1986), Venezuelan Vernacular (1985), La Vega, una casa colonial (1988). Colaboró en la columna de arquitectura del periódico El Nacional desde 1994 hasta 1999. Ha diseñado viviendas unifamiliares y conjuntos multifamiliares en su oficina de arquitectura.
Adicionalmente ha publicado dos libros de cuentos: El Borrador (1996), Amores y Castigos (1998); y una novela: Prima lejana (1999).



DICCIONARIO CARAQUEÑO PARA EXTRANJEROS



DISIP: Acrónimo de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención, es un organismo policial de inteligencia y espionaje venezolano, en el texto en sustantivo se usa como "un policía".



Ladilla: es un insecto anopluro, de menos de dos milímetros de longitud, casi redondo, achatado y de color amarillento. Se considera una enfermedad venérea o de trasmisión sexual porque se aloja en el pubis generalmente. En Venezuela, también se usa para denotar una persona, animal, cosa que produce molestia o fastidio ("Este tipo es una ladilla"); o una situación que es un inconveniente o contratiempo ("Que ladilla que llegaste tarde y no vimos toda la película"). En chilango sería parecido a la "güeva" cuando es una situación o "tengo güeva", y cuando es una persona, animal que anda "chingando"... sería "chinga quedito" o "alguien de güeva".


Brincapozos: es cuando el pantalón te queda corto para tu altura, es decir, el dobladillo te queda muy por encima del tobillo.




Arepas: especie de pan o "gordita mexicana" que forma circular hecho con masa de maíz o con harina de maíz precocida. Se come rellena de guisados o como acompañante de las comidas, como la tortilla en México.




Cachapas: especie de tortilla delgada preparada con maíz tierno molido asada en un comal, es dulce y siempre se combina con un queso jugoso como el guayanés o el de mano. ¡Una vaina gloriosa!


Queso Guayanés: es un tipo de queso blanco, fresco, algo parecido al oaxaqueño mexicano pero más caldosito, menos seco.


Arrebatarse: es el acto de meterse cocaína; estar bajo los efectos de la coca (arrebatado).

Balde: cubeta.


Koala: cangurera.

Alborotaron: alboroto es desorden.

Cachucha: gorra.


Mapanare: un tipo de víbora, serpiente.

Yohimbina: un tipo de droga ilegal que se usa en los bares para meterla en los tragos y que la gente -sin darse cuenta- se excite; produce una excitación sexual "desmedida" que te provoca hacer "cosas" involuntariamente.


Guarapita: es una bebida alcohólica preparada con frutas y ron o alcohol de caña, parecido a un daiquirí.


Mecate: zoga, cordel, tipo de cuerda.

Arrechera: estar enfadado, emputado.


Cabuyeras: cuerdas,amarras.


Culillo: miedo.


Panita: cuatacho, cuate, carnal.

sábado, 14 de abril de 2007

MARTA TRABA / EL OJO Y EL ARTE


La ví un día enérgica e inteligentísima dando una conferencia en la recién inaugurada Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, circa el año 1981. Sus argumentos demoledores y más que precisos iluminaban la complejidad de un Leonardo Da Vinci.
Yo que cursaba Letras y Periodismo al mismo tiempo, me enredé la vida inscribiendo materias en Arte también, por su culpa, y un día regocijada descubrí que era la esposa de mi maestro favorito de la Escuela de Letras: Ángel Rama, haciendo una de esas parejas excepcionales de intelectuales que uno no se espera pero que el destino se empeña en regalarnos como un milagro o un acontecimiemiento.
Los perdí, junto a dos grandes amigos también escritores, en un accidente aéreo que enlutó a toda América Latina llevándose a cuatro de sus más brillantes intelectuales, una mañana de 1984. Hoy se cumplen 23 años de aquella pérdida y para recordarlos, posteo este artículo de Marta sobre la fotografía, tomado del blog de Sergio Dahbar y de la Revista Semana.
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Blanco y negro
Marta Traba1962
EI fervor por la fotografía de arte que se comprueba continuamente en Europa y Norteamérica, es muy poco visible en Colombia. La mayor parte del publico considera que la fotografía muestra con nitidez lo que todos somos capaces de ver y que no es mas que la fijación de ciertas imágenes petrificadas en actitudes convencionales.
El fotógrafo artista, sin embargo, es mucho mas que un cronista que registra con pasividad elegante las cosas existentes: debe descubrirnos el significado de las cosas simples, subrayar la poesía en la cual no tenemos ni tiempo ni muchas veces capacidad de reparar, exaltar limpiamente la belleza de un mundo cotidiano que zarandeamos sin misericordia, ciegos, apresurados, indiferentes a su canto profundo.
El fotógrafo no nos hará el trabajo de gran prestidigitador que esperamos de los pintores, capaces de cambiarnos un mundo por otro: le toca una tarea mas sutil, la de darle un significado nuevo a las imágenes que ya no nos interesan porque estamos demasiado seguros de poseerlas. Los grandes fotógrafos han rehecho todo, desde el cuerpo desnudo hasta una cafetera olvidada en el ángulo de la mesa. Han tenido ambiciones mas generales y vastas, como la de reconstruir la vida del hombre y obligar a ese mismo hombre, su publico, a que tome conciencia de esa vida como de algo impostergable y maravilloso. Han adiestrado con inteligencia y con emoción públicos cultos y por eso mismo siempre dispuestos a redescubrir el mundo de las formas.

La tarea y la suerte de un fotógrafo de arte en Colombia me parece mas heroica, porque no siempre el publico responde a la invitación a ver. Todo en Colombia, por mas viejo que sea en el resto del planeta, es asombrosamente inédito. El fotógrafo de arte empieza a mostrar; su espectador comienza a descubrir. El fotógrafo ha caminado entre cosas simples: el país en que vive lo condena fatalmente hacia el niño negro con su miserable vientre hinchado, hacia las mujeres de pueblo bloqueadas en las pesadillas de su tarea sin fin, hacia los entierros pobres deslizando su desnudez hiriente y lastimosa por la radiante ladera de la montaña. Pero una vez que presenta su carta de ciudadanía y que aclara con ella que su cámara no esta apoyada en la Acrópolis para ver el Mediterráneo sino en una región escueta y lacerada que se llama Colombia, el fotógrafo se deja llevar por la vitalidad y el encantamiento de las imágenes y ya nada interfiere su placer de comunicar a los demás sus propias revelaciones. En este momento el fotógrafo de arte toma nombres precisos y distintos: Hernán Díaz y Guillermo Angulo.

Las fotografías de Hernán Díaz presentadas en la Sociedad Económica de Amigos del País, son composiciones dominadas por un interés plástico. El negro y el blanco se vuelven contrapunto dinámico y el pintor que esta detrás del fotógrafo olvida casi el significado del tema para resolverlo como una serie de formas validas en si mismas. Mas aun que en una pintura, alterada irremediablemente por la sensualidad de los colores, la forma emerge aquí pura, residiendo con fuerza en la línea desvencijada de un coche o en el brazo oscuro de una mujer, o en la convulsión abanderada de una falda en mitad de la danza. Guillermo Angulo esta mas unido a las cosas reales y mas interesado que Hernán Díaz en explicar sus significados. Fotografía reivindicatoria, es la apoteosis de las cosas simples y se complace en inventariar lo que la sociedad ha relegado a su trastienda oscura. Esta declaración de contenidos, sin embargo, esta muy lejos del cartel demagógico y se hace con inteligencia a través de la belleza con que se coloca la imagen en su imprevisto y emocionante escenario.

Por ambos lados, por el lado plástico de Díaz o por el lado realista de Angulo, la exposición es excelente. Elogio que habría que extender a la manera de presentar las propias fotografías, inteligente “mise en scene” que nos advierte, desde que trasponemos el umbral, que lo que veremos en las fotografías pertenece, sin equivocación, a la categoría de imágenes recreadas por un artista.
Fuente: Revista Semana

JUAN GUSTAVO COBO BORDA / CONFESIÓN


Tu olor
-el incontrovertible
y brutal olor del amor-
permanece intacto
mientras los besos
se volatilizan
en su propio júbilo
y la humedad
se hace una con la piel.
Tu olor, en cambio,
impregna hasta la médula.
Hasta ese lugar recóndito
donde el deseo anida
y obliga a dejar intactos
los platos del almuerzo
y a danzar de nuevo
hacia la cama,muertos de hambre
de amor.

MARIO BENEDETTI / POEMA /TÁCTICA Y ESTRATEGIA


Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

ESCRITORES GUERREROS

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TALLER DE POESÍA IMAGO MUNDI 2007 / LA GUERRERA Y LOS GUERREROS