Tomado del Diario Catalán LA VANGUARDIA. 30.05.2007.
Por Sergio Vila-Sanjuán.
Mircea Eliade es una de las grandes figuras de la cultura del siglo XX, cuyo centenario se está celebrando este año. Historiador de las religiones, memorialista, novelista, una de sus narraciones acaba de inspirar la última película de Francis Ford Coppola, que la estrenará en otoño bajo el título de "Youth without youth". Recorremos los paisajes del escritor en la capital rumana y analizamos su lado oscuro en la política y la amistad, que ha salido a la luz en los últimos años.
Voy a Bucarest a participar en una mesa redonda sobre Mircea Eliade, cuyo centenario se celebra. Eliade (1907-1986) es una de las personalidades más interesantes de la cultura del siglo XX, y la más universal de la cultura rumana, con perdón de Ionesco, Cioran y Brancusi, todos ellos amigos suyos. Conocido sobre todo como historiador de las religiones, fue también novelista y autor de unas Memorias que se cuentan entre lo mejor del género.
Eliade vivió en Bucarest intermitentemente hasta 1940, año en que dejó el país para no regresar más que en breves visitas, la última en 1942 (moriría en Chicago como respetadísimo catedrático de su universidad).Yo leí por primera vez sus ensayos (El mito del eterno retorno, Lo sagrado y lo profano o Imágenes y símbolos) en los años 70, por indicación de José Enrique Ruiz Domènec, que nos los recomendaba a sus alumnos de medieval para familiarizarnos con los trazos de las sociedades arcaicas. Entre 1965 y 1975 el Eliade historiador gozaba de su primera fase de auge en España, de la mano de editoriales como Guadarrama, Taurus y Alianza. Como narrador ha tenido una acogida mucho más dispersa. Y su segunda fase de esplendor español está muy ligada a la tarea del traductor Joaquín Garrigós, quien desde principios de los 90 ha vertido del rumano sus principales novelas (La noche de San Juan, Maitreyi, Boda en el cielo), la mayoría inéditas aquí. Hasta ese momento su narrativa se había traducido por lo general de versiones francesas, pese a que Eliade escribió toda su obra novelística en su idioma natal, mientras su producción académica y ensayística la hizo, a partir de 1940, sobre todo en inglés y en la lengua de Balzac.
El Bucarest actual es una ciudad en pleno proceso de acelerada transformación postcomunista. Pero una parte de la ciudad que contemplaba Eliade sigue casi intacta. La tarde de mi llegada vamos a ver sus domicilios. Eliade hizo un mito de la casa de la calle Melodiei donde se instaló con sus padres y hermanos en otoño de 1914 y vivió su adolescencia y primera juventud. Allí disfrutó de una célebre buhardilla que le permitía consagrarse en soledad a su trabajo literario y es el principal escenario de su autobiográfica La novela de un adolescente miope ("cuando el otoño es húmedo y frío, qué feliz soy en la soledad de mi buhardilla").
Por ella desfiló toda la juventud culta de la Rumanía de su tiempo. Pero esa casa con jardín fue derruida a mediados de los años 30. En su lugar se alzó un bloque de apartamentos de una tristona estética racionalista que, visiblemente deteriorado, subsiste, y donde hay una placa consagrada a su memoria. La antigua calle Melodiei ahora se llama Cristian Radu; desemboca en la plaza Rosetti, "axis mundi" del joven Eliade, que la cruzaba para ir a clase; de allí salían los tranvías de caballos a los que subía en marcha tras perseguirlos corriendo junto con su hermano Nicolás. Hoy es un ruidoso punto de cruce de los omnipresentes trolleys.Personaje dostoyevskianoHijo, como Vargas Llosa, de un militar que le enseñó el sentido de la disciplina, y como Borges de una madre algo amargada y con fe ciega en su talento, el joven Eliade, según se refleja en sus Memorias, es un personaje dostoyevskiano, que se debate entre diferentes mujeres, y también entre la creación literaria, el periodismo y el mundo erudito y académico; un hombre definitivamente entre encrucijadas que tiene la ambición de ser la gran figura de la cultura que llegará a ser.
Atraído desde niño por el folklore rumano, la religiosidad del mundo campesino le lleva a interrogarse sobre su estructura y puntos en común con otras creencias; muy pronto abriga "la esperanza insensata de llegar un día a la fuentes secreta de todas las tradiciones". Ya que se ha dado cuenta de que "ciertos espíritus son capaces de separar los factores de unidad en el seno de la naturaleza o de una cultura, lo que les permite descubrir ciertas estructuras". Y él, claro, forma parte de ellos. Pero Eliade también es viajero, recorre Rumanía, se va, muy joven, a la India, de donde extrae el material de su primer gran éxito como novelista, la también autobiográfica Maitreyi. Y es deportista, sube montañas, navega, está vinculado al mundo físico. Y a las redacciones de la capital, y a la política, participa en la creacion del grupo cultural Criterion. Publica valorados trabajos académicos, un libro sobre el Yoga con repercusión internacional… Y mantiene una relacion compleja con el mefistofélico Nae Ionescu, su maestro, filósofo brillante y atraído por el lado oscuro de la vida política de su época.
Eliade se presenta, en suma, como el modelo de persona completa, una figura goethiana, hombre de pensamiento que es a la vez hombre de acción, seductor y socialmente exitoso, pero que se autorecrimina constantemente sus deslices y errores, en el periodo (1907-1037) que cubre el primer y mejor volumen de sus Memorias: Las promesas del equinoccio. Un gran libro (aunque, como veremos, incompleto), cuya segunda parte, Las cosechas del solsticio, resulta mucho más convencional e insincero.En invierno de 1933, Eliade se veía de nuevo atrapado entre dos amores.
Por un lado el que le ligaba a la voluptuosa y temperamental Sorana, una actriz de teatro con la que mantenía encuentros sexuales de ¡una decena de performances! ("no me parecía extraño entonces", afirma Eliade con sorprendente candor, si es que es sincero). La otra relación la mantenía con Nina Mares, a la que había conocido a través de su amigo el escritor judío Mihail Sebastian. Nina, divorciada y con una hija, espíritu equilibrado y doméstico que le pasaba a maquina sus manuscritos, fue la elegida, y con ella finalmente marchó a vivir a un apartamento en el que hoy es boulevard Dacia, 141. Este edificio sí se conserva, y en la casa hay otra placa evocativa.
La ciudad mágica
Tal vez el paisaje más significativamente eliadeano que conserva Bucarest lo brinda un área triangular que se extiende entre estas dos casas y las avenidas a las que abocan (la plaza Rosetti está cortada por la de Carol I), y que tiene como tercer lado el bulevar N. Balcescu. Por aquí debió de caminar a menudo el escritor para dirigirse al centro de la ciudad. Esta zona es una maravilla, una amplísima área residencial poblada de las construcciones que en Cataluña llamamos torres, en Madrid llaman chalés y en Bucarest conocen como villas. Pequeñas construcciones de una o dos plantas generalmente con jardín, como la desaparecida de la calle Melodiei, levantadas entre fines del siglo pasado y los años 40 por una burguesía que fue próspera, en una variedad de estilos que van del neoclásico doméstico al modernista pasando por el denominado estilo neorumano, que integra formas orientalizantes, bizantinas y venecianas.
Una a una estas villas pueden no llamar excesivamente la atención, pero en su conjunto dan una estampa inolvidable de tiempo antiguo y elegancia tronada. Colectivizadas tras la toma de poder comunista de 1948, buena parte de ellas fueron reasignadas a nuevos propietarios en la década de los 70. Tras la caída del régimen de Ceausescu, se dio opción a los viejos propietarios a reclamarlas. En muchos casos hay un litigio abierto todavía.El visitante pasa, por las calles empedradas, frente a decenas y decenas de estas casas: algunas se han restaurado como sedes de embajadas, de instituciones rumanas o de negocios varios, pero la mayoría se conservan entre la dejadez y el total abandono. Si entrarámos en alguna tal vez respiraríamos, como le ocurre al Petru Anicet de Los jovenes bárbaros al introducirse en la Villa Tycho Brahé, "un olor mohoso a habitación cerrada, olor a aceite rancio".
Con sus fachadas de tonos terrosos y la vegetación creciendo alrededor, estas casas componen un decorado inusitadamente romántico. Cualquiera podría ser la que acogía a las tres jóvenes que jugueteaban con el músico Gavrilescu en El burdel de las gitanas, sin que él entendiera que le estaban empujando hacia otra, y para él inquietante, dimensión temporal. Un escenario que Eliade arropa en su nouvelle con "arboles viejos, nogales… por eso hay tanta sombra y tanto fresco". Y es que efectivamente hay verde por todos lados: en una calle vi como la hiedra de un edificio había invadido los cables electricos y colgaba sobre la calzada, haciendo un puente. La caminata se complica por la profusión de coches subidos a la acera (en Bucarest prácticamente no existen los parkings): abundan los Dacia 1310, versión autóctona del entrañable y olvidado Renault 12.
Mientras en la Barcelona actual han desaparecido los lugares con misterio, porque todo es nuevo o renovado, en Bucarest la magia viene de la acumulación de tiempos diferentes en espacios contiguos. Pero en una ciudad que está experimentado una fuerte especulación, no cabe demasiada duda de que en pocos años muchas de estas villas habrán sido derruídas para construir apartamentos. Y las que no sean derruidas, de no tomarse medidas, caerán por sí solas. Actualmente pasear por esta zona es como entrar en el túnel del tiempo, del que se sale al topar con los edificios de acero y cristal y los anuncios de Real Estate del nuevo Bucarest postcomunista.En esta zona se encuentra el Instituto Cervantes, cuyo director actual, Joaquín Garrigós, es en sí mismo parada recomendable en el itinerario eliadeano por la ciudad. Garrigós (Orihuela, 1942) estudió filología, aunque durante mucho tiempo ha vivido del derecho. En un momento en que la Universidad de Valencia albergaba el proyecto de crear un departamento de lingüística románica, se compró una gramática del rumano, estudió en solitario y empezó a acudir a cursos de verano para extranjeros en el país.
"Transcurría la era Ceausescu, resultaba barato, me lo pasaba bien e hice amistades", comenta, aunque el clima totalitario imperante le llevó a cambiar radicalmente de las simpatías que sentía por el comunismo a una actitud crítica. Mientras proseguía una carrera en la administración se fascinó con la obra de Eliade y con la rica literatura rumana de los años 30, y empezó a proponer traducciones a diversas editoriales españolas, "al principio con muy poco éxito". Pero sus propuestas han ido calando y ha traducido, entre otros, al Cioran que escribía en rumano, a Blecher y al que considera autor de la mejor novela de entreguerras, Camil Petrescu (su versión de El lecho de Procusto está a punto de ser recuperada por editorial Gadir). A principios del 2006 se incorporó como director al Cervantes de Bucarest.Garrigós me lleva a la Strada Mantuleasa, donde estaba la escuela a la que asistía Eliade ("un edificio grande y robusto rodeado de castaños") y que da nombre a otro de sus relatos, traducido en España como El viejo y el funcionario.
En un restaurante de esta calle cenamos con otros participantes de la mesa redonda que se celebrará al día siguiente en el Cervantes: la orientalista mexicana Graciela de la Lama, que le invitó a su país en los años 60 con la esperanza de que incorporara a sus estudios la mitología mexicana, cosa que no hizo. El historiador de las religiones barcelonés Amador Vega, que estudia los escritos de Eliade sobre el arte contemporáneo, y el rumano Sorin Alexandrescu.La versión de Ford CoppolaAlexandrescu es sobrino de Eliade, hijo de su hermana Corina. También es semiólogo y vive a caballo entre Holanda, en una de cuyas universidades enseña, y Bucarest, donde escribe en distintos diarios artículos políticos.
Es autor de un ensayo sobre el Diario portugués de Eliade y también coalbacea de los derechos de su obra junto con el americano David Brendt, director de la Chicago University Press. Alexandrescu mantiene una relación de cariñosa distancia con la obra de su célebre tío. Le cuesta entender, por ejemplo, cómo Eliade y el politólogo alemán Carl Schmidt podían discutir tan tranquilos sobre "el simbolismo acuático" en Berlín mientras la aviación aliada bombardeaba la ciudad, según se recoge en el Diario portugués. Y no comparte, por ejemplo, la imagen "olímpica" que a veces Eliade proyecta. "En realidad su vida fue una sucesión de catástrofes, destrucciones y creaciones.
En su trayectoria hay numerosas rupturas: la India o Portugal fueron países determinantes para él, pero tras su estancia principal no regresó nunca, son como sufrimientos de los que no pudo recuperarse"."Tenemos la tentación de verle como el último gran sabio, la personalidad internacional. Pero en Chicago, cuando yo le visité, casi no tenía libros, me enseñó un armario con las traducciones de sus libros y su Obra Completa encuadernada", añade Alexandrescu.Bucarest es una ciudad construída a grandes impulsos. Durante el reinado de Carol I Hohenzollern, que accedió al trono en 1866 y se mantuvo en él hasta 1914, se inicia la monumentalización del centro de la villa a imagen de la capital francesa, lo que haría que fuera conocida como "la pequeña París".
Un empeño modernizador que continuarían sus sucesores Fernando I y Carol II. En el centro de la ciudad se alzan los palacios y los grandes edificios de carácter neoclásico, como el Ateneo Rumano de 1886-1888, o el Círculo Militar edificado en los años 20, al que posiblemente acudiría el padre de Eliade. La arteria principal es la Avenida de la Victoria, Calea Victorei, que marcaba la vida ciudadana en los años de juventud de Eliade y sigue haciéndolo hoy. En la novela más ambiciosa del escritor, La noche de San Juan, los protagonistas se pasean a menudo por ella, y durante los bombardeos americanos sobre la ciudad en la Segunda Guerra Mundial la ven trágicamente "envuelta en llamas". Las fotos de esta zona realizadas en los años 20 y 30 por Nicolae Ionescu, el Català-Roca rumano, nos muestran una ciudad moderna y dinámica, llena de coches y anuncios, con intensa vida nocturna.Abocando a Calea Victorei se encuentra el Pasaje Macca, un callejón cubierto acristalado de 1891 siguiendo el modelo francés en el que estaban ubicadas algunas redacciones periodísticas del Bucarest del grupo Criterion. En un pasaje similar y próximo vivía Nina Mares antes de emparejarse con Eliade.
Y no muy lejos se puede comer o cenar en el hotel restaurante Capsa, abierto en 1881, donde solía instalarse Paul Morand, quien fue embajador francés en Bucarest entre 1943 y 1944, y que convenientemente restaurado y lustrado conserva un notable esplendor demodé al estilo 1900. Siguiendo hacia abajo por Calea Victorei y tomando un desvío a la derecha se extiende el parque Cismigiu, donde transcurren algunas escenas de Tiempo de un centenario, la historia que ha animado a Francis Ford Coppola a volver al cine nueve años después de dirigir Legitima defensa. Bajo el título de Youth without youth, Tim Roth y Bruno Ganz protagonizan la adaptación de esta narración fantástica en el que un rayo devuelve la juventud y la vitalidad a un anciano sabio. Se estrenará este otoño en el festival de Roma, y aunque ha sido rodada parcialmente en Bucarest, no hay información ni imágenes disponibles.
Ford Coppola ha escrito en un diario de rodaje consultable en la red (www.ywyfilm.com) que lo que le hizo interesarse por esta obra de Eliade es la idea del artista que se distingue de joven y luego nunca vuelve a conseguir el nivel de la obra que le hizo célebre."Felix culpa"Junto al parque Cismigiu empiezan los grandes bloques de apartamentos construídos en época comunista, que viven irremisiblemente su decadencia. Estas construcciones Eliade ya no las vio, porque dejó el país antes de la toma de poder de los prosoviéticos, aunque no dudó de ambientar algunos de sus relatos en la Rumanía del totalitarismo, como ocurre en Dayan, donde la propia Securitate juega un papel relevante.Mircea Eliade pasó, gracias a sus buenos contactos en el Ministerio de Asuntos Exteriores. la Segunda Guerra Mundial como agregado cultural rumano en Londres y Lisboa, ciudad en la que murió su esposa, víctima de un cáncer. Después vivió un tiempo en París, donde le ayudaron amigos influyentes del mundo académico francés como Georges Dumezil, y donde contrajo matrimonio con su segunda mujer, Christinel. En 1956 se instaló en EE.UU.
Al igual que Nabokov, se convertiría en una respetada figura del viejo mundo que daba charme a las aulas de la potente universidad norteamericana de los años 50 y 60. En América realizó la obra que le consagró definitivamente, su monumental Historia de las creencias y de las ideas religiosas, del que realizaría distintas adaptaciones y versiones breves, y donde retomaba y ampliaba sus conceptos más queridos: el tiempo mítico del eterno retorno como contrapuesto al tiempo linear de la historia, a menudo vivida como una pesadilla; la hierofanía, momento en que lo sagrado se revela en el ámbito de lo profano; la prueba del laberinto en el que un hombre debe encontrar su propia identidad y destino; el "centro del mundo"… Conceptos que también aplicaba a la existencia cotidiana, y que ha ilustrado en sus narraciones, sobre todo las fantásticas.
A Eliade le obsesionaba ofrecer una escritura "densa y precisa", y casi siempre la consiguió. En 1980 se publica en Francia el primer volumen de sus Memorias, al que en 1988, ya póstumamente, seguiría el segundo, Las cosechas del solsticio. Sin embargo hoy esas Memorias ya no pueden leerse como yo las leí en 1982, hay que contrastarlas. Ya que en 1991 el escritor rumano residente en EE.UU. Norman Manea publicó un ensayo, Felix culpa, en el que acusaba a Eliade de haber maquillado su pasado y esconder su pertenencia a la Guardia de Hierro, el movimiento fascista rumano que, sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial, demostraría un feroz antisemitismo.
Aunque en la Rumanía comunista se había atacado a Eliade por este episodio, a finales de los años 60 el régimen de Ceausescu optó por pasar página y puso en marcha diversos intentos para tender puentes al personaje. El texto de Manea, sin embargo, fue el primero de una serie de ataques contra Eliade en el ámbito internacional. Pocos años más tarde, en 1996, apareció póstumamente en Rumanía el Diario 1935-1944 de Mihail Sebastian (1907-1945), el amigo judío que sufrió todas las consecuencias de la práctica antisemita del gobierno rumano mientras Eliade vivía en el extranjero como representante diplomático.
Cuando Eliade viaja en 1942 a Bucarest desde Lisboa para llevar un mensaje del dictador portugués Salazar al general Antonescu, Sebastian espera su visita, pero Eliade no contacta con el amigo que sufre un clima de persecución. Para algunos estudiosos, Eliade fue doblemente traidor con Sebastian; primero le quitó la novia y luego le dejó abandonado a su suerte en sus años difíciles pese a que, por sus buenos contactos, tenía en las manos la posibilidad de ayudarle. Hoy está ampliamente documentado que Eliade se aproximó de forma clara a la Legión rumana a través de su maestro Nae Ionescu, uno de los ideólogos del movimiento, y que en los años 1936-1937 colaboró en la prensa afín.
En su Diario portugués el propio escritor se define a sí mismo como "Legionario". Pero los defensores de Eliade quitan peso a esta adscripción y la colocan en un plano de cierta inocencia política, que requiere sin duda magnanimidad con el personaje, ya que la Guardia de Hierro se caracterizó desde sus inicios por la afición a la violencia y el asesinato político.En esta materia Joaquín Garrigós ocupa una posición de centro por excelencia, ya que es a la vez traductor de Eliade, de Manea y de Sebastian, e introductor en España de los dos últimos. Asegura que "a todos los ataques que se han hecho contra Eliade por antisemitismo les falta documentación, yo no he encontrado ni un solo texto de Eliade que pueda considerarse antisemita".Vamos a ver a Mircea Handoca a su domicilio de la calle Latina. Una oxidada puerta de hierro y un jardín hasta llegar a la entrada.
Se trata de una planta baja de techos altos con molduras y suelo de madera, que ahora comparte con dos hijos pero tiempo atrás se repartía también con otras familias. Este hombre alto de pelo blanco y aspecto noble era profesor de Instituto cuando, mediados los años 60, se enamoró de la obra de Eliade y empezó a salvar cuanto material documental encontró sobre el personaje: es autor de una biografía ilustrada y ha editado varios volúmenes de su correspondencia con figuras como Jung, Scholem, Vintila Horia y la plana mayor de la letras rumanas. También ha rescatado y editado los relatos de juventud, que permanecían olvidados en viejas revistas. Y ha establecido la fecha de nacimiento de Eliade, sobre la que había ciertas dudas, en el día 13 de marzo.Handoca da facilidades a todos los eliadistas que le visitan y atendió regularmente en su día al biógrafo americano de Eliade, Mac Linscott Ricketts, quien mientras documentaba en los años 80 su libro iba a comer cada domingo a su casa, seguido por agentes de la Securitate, que luego interrogaban al investigador rumano sobre sus conversaciones.
Handoca cree que las acusaciones contra Eliade por su pasado legionario han sido manipuladas por un grupo de enemigos del escritor, a quienes Manea accedió a dar voz. ¿El por qué de esta supuesta conspiración? Se encoge de hombros. Su opinión es que Eliade apoyó a la Legión en sus inicios porque presentaba una filosofía cristiana con la que se identificaba y un proyecto político al estilo de lo que representaría luego la dictadura salazarista, que Eliade admiraba. Sin embargo pondría distancia con el movimiento cuando las cosas empezaron a cobrar verdadera virulencia.En una línea parecida, Sorin Alexandrescu opina que en las posiciones políticas del Eliade de los años 30 jugó con mucha fuerza el conservadurismo y un patriotismo rumano impregnado de miedo a Rusia (miedo, como iba a verse, plenamente justificado).
Según Garrigós "Eliade creyó de manera ingenua que la Legión iba a traer el hombre nuevo, su interés no era político, sino místico". ¿Llegó Eliade a afiliarse? Handoca dice que no se ha encontrado ningún documento que lo pruebe y que pondría la mano en el fuego para garantizar que nunca ocurrió. "En realidad, dice Garrigós, lo que Manea reprocha a Eliade es que cuando escribe sus Memorias no se dé un golpe de pecho".Leyes antisemitasHandoca señala que Eliade siempre tuvo amigos judíos (y es un hecho que dedicó abundantes páginas de estudio a esta religión), mientras Garrigós remite a un artículo que el escritor publicó en 1939 deplorando que las leyes antisemitas rumanas hubieran hecho refugiarse en Londres al gran folklorista Samuel Gaster. Otro eliadista, Francis I. Dworschak, ha escrito que el historiador nunca aprobó la violencia política (como la que la Legión practicaba) y en cambio era un firme admirador de Gandhi. Sin embargo, las columnas prolegionarias de Eliade quedan en las hemerotecas, nunca manifestó su arrepentimiento por esta conexión y siempre, hasta en sus últimos escritos, reivindicó la figura de su maestro Nae Ionescu.
Mihail Sebastian vivió un destino desgraciado. Entre otras cosas cometió el error de pedir un prólogo a su ensayo Desde hace dos mil años a Ionescu. Este lo aprovechó para formular un alegato antijudío. Sebastian lo mantuvo, lo que le acarreó las iras de los suyos, que le reprochaban diera voz al enemigo.¿Le quitó Eliade la novia a Mihail Sebastian? Está claro que los tres salían juntos a menudo hasta que la pareja Nina-Mircea voló por su cuenta. Alexandrescu afirma que no hay pruebas de que ella y Sebastian mantuvieran una relación que fuera más alla de la amistad. El 13 de diciembre de 1944 Sebastian hizo en su Diario un dramático balance final de su historia : "Me entero por Marietta Rares de que ha muerto Nina Eliade. Una ola de recuerdos se levanta desde el pasado.
Su cuartito arriba de todo en el Pasaje Imobiliara: la máquina de escribir en la que copió casi al mismo tiempo Maitreyi y Mujeres; las visitas vespertinas a la buhardilla de Mircea en la calle Melodiei; su inesperado amor; la fuga de Mircea a Poiana; la desesperación de Nina que yo, indefenso, intentaba aliviar; el regreso de Mircea; el noviazgo y, dos años después, su boda civil en secreto, en las dependencias municipales de Calea Rahovei (…) Nuestros años de amistad fraternal y después los años de confusión y desintegración hasta la ruptura, la enemistad y el olvido. Todo está muerto, desaparecido, perdido para siempre".
Pero parte del Bucarest que acogió las vivencias de este terceto sigue en pie, y puede pasearse, al menos hasta que la enseñoreen las grúas de las grandes constructoras de la Unión Europea.
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