martes, 26 de febrero de 2008

ARTÍCULO DE EDGAR MORENO-URIBE SOBRE CABRUJAS

70 años con Cabrujas

José Ignacio, hijo de José Ramón y Matilde Lofiego de Cabrujas, fue feliz. Y lo decimos ahora, tal como lo enseña Sófocles por intermedio del corifeo de su Edipo Rey, ya que no se debe considerar feliz a un humano hasta que éste haya traspasado el umbral de la muerte sin desventura alguna.
José Ignacio, parido en Caracas el 17 de julio de 1937 y fallecido en Porlamar el 21 de octubre de 1995, era un venezolano feliz. Amó intensamente, se casó dos veces y procreó sendos hijos con Democracia López e Isabel Palacios, pero sólo Diego lo sobrevive. Participó en la fundación del mayor invento teatral del siglo XX: El Nuevo Grupo, y en la mágica aventura que convirtió a un rancho sindical en espacio teatral paradisíaco, donde mostró inolvidables espectáculos, además de su última pieza sobre un deportista devorado por el salvaje neocapitalismo. Y, por si fuese poco, escribió 15 textos teatrales, dignos de ser escenificados de nuevo, además de redactar mil y tantos argumentos sobre pasiones insólitas, intrigas y situaciones memorables para alimentar ese maravilloso invento latinoamericano que son las telenovelas, cuando las mismas no son prostituídas por los dueños de los medios audiovisuales. Y se convirtió en el Cicerón caraqueño, gracias a sus columnas periodísticas, donde advertía la buena ruta o el desatino de la patria. Fue, pues, un hombre feliz, a pesar que un brujo le advirtió que por cábala su fecha de nacimiento anunciaba una inesperada falla de su apasionado corazón cualquier día, tal como ocurrió. Hasta el último minuto amó a su país y su gente, como siempre lo había demostrado. ¡Fue un hombre feliz!

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