La ví un día enérgica e inteligentísima dando una conferencia en la recién inaugurada Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, circa el año 1981. Sus argumentos demoledores y más que precisos iluminaban la complejidad de un Leonardo Da Vinci.
Yo que cursaba Letras y Periodismo al mismo tiempo, me enredé la vida inscribiendo materias en Arte también, por su culpa, y un día regocijada descubrí que era la esposa de mi maestro favorito de la Escuela de Letras: Ángel Rama, haciendo una de esas parejas excepcionales de intelectuales que uno no se espera pero que el destino se empeña en regalarnos como un milagro o un acontecimiemiento.
Los perdí, junto a dos grandes amigos también escritores, en un accidente aéreo que enlutó a toda América Latina llevándose a cuatro de sus más brillantes intelectuales, una mañana de 1984. Hoy se cumplen 23 años de aquella pérdida y para recordarlos, posteo este artículo de Marta sobre la fotografía, tomado del blog de Sergio Dahbar y de la Revista Semana.
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Blanco y negro
Marta Traba1962
EI fervor por la fotografía de arte que se comprueba continuamente en Europa y Norteamérica, es muy poco visible en Colombia. La mayor parte del publico considera que la fotografía muestra con nitidez lo que todos somos capaces de ver y que no es mas que la fijación de ciertas imágenes petrificadas en actitudes convencionales.
El fotógrafo artista, sin embargo, es mucho mas que un cronista que registra con pasividad elegante las cosas existentes: debe descubrirnos el significado de las cosas simples, subrayar la poesía en la cual no tenemos ni tiempo ni muchas veces capacidad de reparar, exaltar limpiamente la belleza de un mundo cotidiano que zarandeamos sin misericordia, ciegos, apresurados, indiferentes a su canto profundo.
El fotógrafo no nos hará el trabajo de gran prestidigitador que esperamos de los pintores, capaces de cambiarnos un mundo por otro: le toca una tarea mas sutil, la de darle un significado nuevo a las imágenes que ya no nos interesan porque estamos demasiado seguros de poseerlas. Los grandes fotógrafos han rehecho todo, desde el cuerpo desnudo hasta una cafetera olvidada en el ángulo de la mesa. Han tenido ambiciones mas generales y vastas, como la de reconstruir la vida del hombre y obligar a ese mismo hombre, su publico, a que tome conciencia de esa vida como de algo impostergable y maravilloso. Han adiestrado con inteligencia y con emoción públicos cultos y por eso mismo siempre dispuestos a redescubrir el mundo de las formas.
La tarea y la suerte de un fotógrafo de arte en Colombia me parece mas heroica, porque no siempre el publico responde a la invitación a ver. Todo en Colombia, por mas viejo que sea en el resto del planeta, es asombrosamente inédito. El fotógrafo de arte empieza a mostrar; su espectador comienza a descubrir. El fotógrafo ha caminado entre cosas simples: el país en que vive lo condena fatalmente hacia el niño negro con su miserable vientre hinchado, hacia las mujeres de pueblo bloqueadas en las pesadillas de su tarea sin fin, hacia los entierros pobres deslizando su desnudez hiriente y lastimosa por la radiante ladera de la montaña. Pero una vez que presenta su carta de ciudadanía y que aclara con ella que su cámara no esta apoyada en la Acrópolis para ver el Mediterráneo sino en una región escueta y lacerada que se llama Colombia, el fotógrafo se deja llevar por la vitalidad y el encantamiento de las imágenes y ya nada interfiere su placer de comunicar a los demás sus propias revelaciones. En este momento el fotógrafo de arte toma nombres precisos y distintos: Hernán Díaz y Guillermo Angulo.
Las fotografías de Hernán Díaz presentadas en la Sociedad Económica de Amigos del País, son composiciones dominadas por un interés plástico. El negro y el blanco se vuelven contrapunto dinámico y el pintor que esta detrás del fotógrafo olvida casi el significado del tema para resolverlo como una serie de formas validas en si mismas. Mas aun que en una pintura, alterada irremediablemente por la sensualidad de los colores, la forma emerge aquí pura, residiendo con fuerza en la línea desvencijada de un coche o en el brazo oscuro de una mujer, o en la convulsión abanderada de una falda en mitad de la danza. Guillermo Angulo esta mas unido a las cosas reales y mas interesado que Hernán Díaz en explicar sus significados. Fotografía reivindicatoria, es la apoteosis de las cosas simples y se complace en inventariar lo que la sociedad ha relegado a su trastienda oscura. Esta declaración de contenidos, sin embargo, esta muy lejos del cartel demagógico y se hace con inteligencia a través de la belleza con que se coloca la imagen en su imprevisto y emocionante escenario.
Por ambos lados, por el lado plástico de Díaz o por el lado realista de Angulo, la exposición es excelente. Elogio que habría que extender a la manera de presentar las propias fotografías, inteligente “mise en scene” que nos advierte, desde que trasponemos el umbral, que lo que veremos en las fotografías pertenece, sin equivocación, a la categoría de imágenes recreadas por un artista.
Fuente: Revista Semana
1 comentario:
En el teu blog hi ha sempre escriptors, poetes i gent molt interessant que confeso que no había mai sentit a parlar. Per això el trobo molt fascinant mharia.
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