martes, 26 de junio de 2007

EL MÍTICO CHELSEA HOTEL

Andy Warhol y William Burroughs, cenando en el invierno
de 1964 en el restaurante español El Quijote


El Quijote, Warhol y el Chelsea Hotel
por:Andy Robinson 26/06/2007 . Diario LA VANGUARDIA.

El miércoles pasado el 'New York Times' publicó un anuncio a página entera de la nueva tarjeta de crédito de Sotheby"s-Mastercard. Estaba ilustrado con foto de Andy Warhol y William Burroughs cenando en el invierno de 1964 en el restaurante español El Quijote anexo al famoso Chelsea Hotel, refugio de artistas y poetas atormentados, en el que Warhol rodó Chelsea Girls en 1966.Pese a que El Quijote de bohemio tien muy poco, Warhol y Burroughs debieron de sentir curiosidad por la estética kitsch de los sesenta franquistas, y los cientos de figuras de Quijote que adornan el restaurante.
Burroughs escribió 'Naked Lunch' en el Chelsea Hotel, uno de muchos escritores y poetas, músicos y pintores que se han inspirado en el edificio de doce plantas y 250 habitaciones en la calle 23 de Manhattan. Arthur Miller se instaló en el hotel en 1960 tras romper con la misma Marilyn que la que aparece en el retrato cuadruplicado en la tarjeta de Sotheby"s Mastercard. En este vídeo en YouTube se ven a Warhol y Burroughs cenando en el Chelsea Hotel en 1980.Me pareció apropiado que Warhol, Burroughs y el Quijote se convirtieran en el anuncio de Mastercard la misma semana en la que la cadena de hoteles "boutique" BD Hotels se hizo con la gestión del Chelsea con el plan de quitar de en medio al histórico dueño del Chelsea Hotel Stanley Bard. Tras 50 años como cabeza visible del hotel, Bard ha sido arrinconado en el consejo del hotel por sus dos socios, hasta la fecha figuras ausentes en la historia del Chelsea, construido en 1883, y el edifico más alto de Nueva York hasta la construcción del Flat Iron en 1902. El septuagenario Bard y su hijo gestionan a su manera el hotel desde 1946 y jamás han caído en la tentación de "tematizar" el hotel, es decir sustituir su auténtico papel en la incubación de vanguardias artísticas, por un homenaje artificial de ese papel. Salvo un par de placas colocadas fuera en homenaje a Dylan Thomas y Miller, el Chelsea Hotel no ha sentido necesidad de convertir en fetiche a sus huéspedes del pasado ya que Bard siempre estaba más interesado en alojar a nuevos artistas aunque esto supusiera perdonarles el alquiler, cosa que ha hecho con frecuencia.
"El Chelsea ha sido un imán y un protector de artistas; una meca; no quiero que se convierta en otro hotel boutique del montón. Yo ya no puedo crear otro lugar; solo proteger este", me dijo. En las habitaciones nada suntuosas del Chelsea, ha ensayado Jimi Hendrix, Leonard Cohen, Bob Dylan Janis Joplin; han escrito Mark Twain, Tenessee Willimas, Jack Kerouac, Gore Vidal, Thomas Wolfe; han pintado Diego Rivera, Claes Oldenberg, Willem de Koonig; han fotografiado Henri Cartier Bresson, Robert Mapplethorpe y han ideado películas Milos Forman, Stanley Kubrick, Dennis Hopper, Uma Thurman y Ethan Hawke. Bard ha hecho la vista gorda y compasiva ante los excesos de las movidas de la segunda mitad del siglo XX, desde que Thomas anunciara al llegar al hotel en la noche del 3 de noviembre de 1953: "Acabo de tomar 18 whiskies seguidos; creo que es un record". Murió seis días después. BD Hotels dice que se limitará a higienizar el hotel y modernizar su infraestructura.
Pero Bard teme lo peor. "Es complicado mantener la integridad de este lugar y satisfacer a los inquilinos, una empresa gestora no puede hacerlo". El Chelsea tiene un centenar de residentes permanentes.No es que BD sea un peligro como Donald Trump. Ira Drukier de BD y su socio han hecho remodelaciones elogiadas en el mundo de diseño como el Hotel Mercer. "No estamos locos; entendemos los sentimientos que se juegan en el Chelsea; quitaremos las goteras", dijo Drukier. Una reforma con criterio hará mas auténtico al Chelsea y no menos, sostiene. "Vamos a restaurar las habitaciones al estilo que tenían originariamente, quitando decenas de capas de pintura", dijo. Y nadie disputaría que el sentido estético de Stanley deja algo que desear. En el lobby del hotel se exponen cinco o seis cuadros que destacan más por chillones y kitsch que por calidad. Las habitaciones reformadas por Stanley en los últimos años, son de gusto francamente discutible. Los pasillos están pintados al estilo gotelette. Pero generación tras generación de vanguardias artísticas se alojaron aquí pese a esta ausencia preocupante de "buen gusto".
La faceta cutre u hortera del Chelsea y de El Quiijote son paradójicamente bienes escasos en un barrio ya colonizado por el dinero y por el buen gusto. La mera presencia de BD va a despertar a los fantasmas de Allan Ginsberg, Jack Kerouac, Bob Dylan, Jimi Hendrix, Leonard Cohen, Los Ramones, Stanley Kubrick. Hasta Mark Twain se alojó aquí a finales del siglo XIX.Poco después de venir a vivir a Chelsea en 2002 fui a visitar a su habitación del Chelsea a Arnold Weinstein, escritor y dramaturgo que colaboró con Miller en una de las últimos proyectos de los dos, una ópera basada en 'View form a Bridge' de Miller. Me quedé sorprendido por la apariencia deteriorada del apartamento en el hotel Chelsea de Weinstein, un hombre de exquisita formación cultural. Era un piso no sólo desordenado sino feo. ¿Acaso sea que lo feo, lo estéticamente incorrecto, es una musa dotada de más pasión que el buen gusto?, me pregunté.
Se tiene la misma impresión en El Quijote, un restaurante que, de existir en las nuevas ciudades españolas de arquitectos estrella y chefs post estructuralistas, sería considerado de pésimo gusto, de gastronomía retrógrada e ideología impresentable. Existe una jerarquía de uniformes a cual más rancio y evocador de guerras decimonónicas para diferenciar los barmen de los camareros, las azafatas de las camareras de restaurante, los jefes de servicio del manager, el manager del dueño. La estética del restaurante es un cruce entre la Lloret de Mar de 1972 y el Valle de los Caídos. El tufo de langosta y ajo mezclado con lejía quita el apetito. Los dueños son nostálgicos por un pasado repugnante. Cuando se destapó el escándalo del PP neoyorquino y aquella carta enviada a sus simpatizantes en el 2003 que jactaba de que en la España de Aznar "hasta los moros tienen trabajo en España" y "hasta los catalanes hablan español", fui a sondear las opiniones de la gente de El Quijote. José, el manager gallego me dijo: "¿Qué hay de mal en eso?; es verdad" . Hay nostalgia también por la autoridad de otros tiempos. Un día una amiga embarazada de mi hermano pidió una cerveza en el Quijote –tienen Estrella de Galicia y Mao- y se negaron a servirla por el bien de su bebé. Si llevas sombrero no te atienden.
Pese a todo ello, generación tras generación de bohemios han ido y han venido por el pasillo que une el Chelsea y el Quijote, mezclando una pastilla de LSD con una copa de Rioja y unas lonchas de jamón malo. Pero cuesta imaginarse que una cadena de bueno gusto y diseño y de ideas progresistas, vaya a sentirse muy cómoda con el Quijote como vecino. "Seguro que terminan el léase; querrán poner un restaurante de esos modernos y caros allí", dice Bard. BD dice que respetarán el contrato del restaurante que caduque en el 2017. A los 73 años, Bard personifica el espíritu del hotel como cobijo para las mentes rebeldes y crisol del arte vanguardista: "Gradué en psicología y contabilidad y he usado ambos aquí; hemos tenido a muchos excéntricos", dice. Es uno de los tres propietarios que heredaron el hotel en los años 40 de sus respectivos padres.
Pero ha sido arrinconado en el consejo por sus dos socios, hasta la fecha figuras casi desconocidas. Estos contrataron a BD Hotels el año pasado y han decidido reducir drásticamente el papel de los Bard: "Queremos involucrar a Stanley pero ya no como gerente del hotel; quiere escribir un libro y nos parece muy bien", dijo Drukier.Pero el Chelsea sin Stanley no será el Chelsea. Década tras década, hacía la vista gorda a fiestas extravagantes y al consumo de enormes cantidades de drogas y perdonaba el alquiler a quienes le parecían artistas empobrecidos. Hasta habla con compasión de la pareja punkie Sid y Nancy Vicious, alojados en el hotel hasta que Nancy murió apuñalada en el cuarto de baño de la habitación número 100 el 12 de octubre de 1978. "Nancy está muerta, ¿me puedo quedar la habitación?", dijo Vicious al bajar a recepción, según Bard. "Le dije que no por su propio bien. Era una pareja muy enamorada, jamás dejaban de tocarse; no se que pasó; creo que habían pactado suicidarse; cuanto más masoquista más les gustaba", dice Bard. "Sid quería quedarse porque estaba Bob Dylan alojado aquí; y Leonard Cohen." Vicious murió unas semanas después. Aunque sus conocimientos culturales son del ciudadano medio, Bard entendía la importancia de su papel como gerente del hotel de las vanguardias.
Coordinaba encuentros artísticos. "Organicé un encuentro entre Woody Allen y Arthur C. Clarke, autor del '2001, odisea en espacio', que se aloja en el Chelsea cuando viene por tratamiento médico a EE.UU.En los años cincuenta Bard no fue menos comprensivo con los artistas atormentados. Ningún hotel en Nueva York alojaría al alcoholizado y deprimido escritor irlandés Brendan Behan. "Brendan Behan abandonó la vida por el alcohol y yo sabía que le habían echado de varios hoteles. Un día su editor vino y me dijo: '¡Stanley, si hay algún sitio donde Brendan volvería a escribir es el Chelsea!'. Y le dimos alojamiento con su mujer." Escribió sus dos últimos libros aquí, 'Brendan Behan's New York' y ?Brendan Behan's Ireland' y además tuvo un hijo. Brendan siempre decía que no podía tener un hijo pero lo tuvo aquí. Por eso digo yo: "Mira la creatividad que hay en estas paredes", dice Bard.

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