Ponte Veccio, Firenze.
Cuenta Kafka en algún lugar que, cierto día, halló desconsolada a su pequeña sobrina porque había perdido su muñeca. La niña lloraba tanto que él optó por explicarle que la muñeca no se había perdido, sino que simplemente se había ido de viaje porque necesitaba ver un poco de mundo, pero que la prueba de que no la olvidaba era que recibiría cada día una carta suya desde el lugar en el que se encontrara. El escritor envió cartas diarias a la niña durante más de un mes, hasta que la niña olvidó su dolor. Kafka concluye que la enseñanza es que no podemos vivir sin ficción, que pereceríamos de pura pena si no creyéramos en una historia que no nos pertenece.
María de Jesús Ruíz, Cádiz.
www.viajesdepapel.blogspot.com
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