Con Gene Kelly, uno de sus compañeros de baile en una escena inolvidable. Muere Cyd Charisse, estrella de los grandes musicales de Hollywood
Protagonizó con Gene Kelly y Fred Astaire títulos míticos como 'Cantando bajo la lluvia' y 'Melodías de Broadway'
La bailarina y actriz de cine estadounidense Cyd Charisse, que trabajó como pareja de Fred Astaire y Gene Kelly en numerosas películas de la edad de oro de los musicales de Hollywood, ha fallecido este martes en Los Ángeles (California) a los 86 años. Según ha informado su agente, la actriz murió en el centro médico Cedars-Sinai, después de sufrir un ataque cardiaco el lunes pasado.
Pese a que también tuvo papeles dramáticos en el cine de Hollywood, Charisse debía su fama a los que interpretó y bailó en las primeras películas en technicolor en los años cuarenta y cincuenta. Fue, de hecho, protagonista de dos de las secuencias más aclamadas de la historia de los musicales: el ballet de Broadway Melody en Cantando bajo la lluvia, junto a Gene Kelly, y el Girl Hunt Ballet en Melodías de Broadway, con Fred Astaire. Apareció también en otros destacados títulos del género como Brigadoon, Siempre hace buen tiempo o La bella de Moscú.
Aun cuando se inició en el ballet, era "una hermosa dinamita" en cualquier tipo de baile, según la describió Astaire en su biografía Steps in Time, publicada en 1959. Sus piernas fueron aseguradas por cinco millones de dólares en 1952, una cifra registrada en el Libro Guinness en 2001 como récord mundial.
Desde 1948 la actriz estaba casada, en segundas nupcias, con el cantante Tony Martin, un matrimonio de más de 60 años considerado toda una hazaña en Hollywood. Con su marido escribió una biografía conjunta titulada The Two of Us (Nosotros dos).
Cyd Charisse era, en realidad, Tula Ellice Flinkea. Los argumentos artísticos de Cyd Charisse fueron, en un principio, clásicos (incluso formó parte del ballet ruso de Sergei Diaghilev), aunque enseguida se tornaron muy modernos gracias a las dos piernas que sustentaban su danza. Las piernas de Cyd Charisse sólo encontraron cotejo con las de Marlene Dietrich y con ellas -piernas y danza- consiguió situarse en ese lugar tan difícil de mirar y admirar que es justo al lado de Fred Astaire o de Gene Kelly en una pista de baile.
Sus pasos por el cine siempre fueron rítmicos, y en su filmografía tiene una pequeña pero sustanciosa colección de obras de arte del musical. Su nombre Cyd Charisse, está en algunos de los mejores musicales de la historia. Su gran década fue la de los cincuenta, cuando trabajó en la Metro Goldwyn Mayer, al son del rugido del león. Allí elaboró pronto y demostró varias teorías sobre el musical, como ésa que proclama que más vale un buen número que una mala letra. Su historial está lleno de películas, sí, pero especialmente de números, como el breve de «Cantando bajo la lluvia» («Broadway melody»), o los de «Melodías de Boradway».
Como llegó una década después de la época dorada del musical, Cyd Charisse tuvo que pisar donde otros, lo habían hecho, y bordar ese difícil ejercicio de la secuela: por ejemplo en películas como «Siempre hace buen tiempo», de Stanley Donen y Gene Kelly, donde se retomaba el espíritu alegre y jovial de «Un día en Nueva York»; o como en esa otra titulada «La bella de Moscú», de Rouben Mamoulian, en la que se jugaba con esa vieja y divertida idea de la mujer «Ninotchka», la rígida, fría e imperturbable soviética que tiene una misión: convertir a Fred Astaire..., ante la mirada de ojos gordos de un irrepetible Peter Lorre en el papel del que no baila. Ella, Cyd Charisse, se mueve con tal elegancia que ni siquiera repara uno en que aquello ya lo hizo casi veinte años atrás Greta Garbo.
Probablemente sea «Brigadoon», esa película mágica de Vincente Minelli, la que deja para los futuros ojos a la Cyd Charisse más encantadora y más briosa, empujada por el ímpetu de Gene Kelly y de un sorprendente Van Johnson. Y probablemente esté en esta misma historia de «Brigadoon», un elogio al encanto de lo efímero y a la vez eterno, donde esté la metáfora de su propia historia, pues la brillante y espectacular Cyd Charisse se empezó a esfumar de la pantalla con el final de su década.
En 1956 protagonizó «Viva Las Vegas», en la que ella, sin Astaire o Kelly, era la flecha de la brújula, y que dirigida por Roy Rowland no sólo resultó fascinante en sus números musicales, sino como actriz en el interior de un personaje que resulta vagamente parecido al que en ese mismo año interpretó Marilyn Monroe en «Bus Stop».
Otros dos títulos importantes precedieron a su casi total desaparición, uno insólito en su carrera, «Chicago años treinta», de Nicholas Ray, junto a Robert Taylor y Lee j. Cob, y su broche, «Dos semanas en otra ciudad», de nuevo con Minnelli, junto a Kirk Douglas y cine dentro del cine. No es «Cautivos del mal», pero es la gran última película que hizo Cyd Charisse.
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