Hoy se cumplen 25 años de la muerte del Cronopio mayor, y la memoria golpea con fuerza, aún después del paso destructivo de los años, de las canas y de la vida hecha ya recuerdos.
Era una mañana fría y extraña como la de estos días. Yo vivía frente a la Plaza Altamira en un viejo y hermoso edificio de los años cincuenta con nombre de estrella: Aldebarán.
Mi vecino de al lado era un filósofo reconocido y del otro lado de la calle vivía mi maestro Tomás Eloy Martínez. Tomás Onanindía, por suerte y por desgracia mi marido de ese entonces, tenía la costumbre peregrina y muy madrileña de desayunar sólo de cafetería, así pues bajábamos todos los días a una pequeña lunchería que ya no existe, en la planta baja del edificio, y desayunabamos nuestra ración de muertes y acontecimientos en la prensa nacional, junto al croissan de costumbre.
Pero esa mañana, fui golpeada doblemente por la vida pues los dos primeros titulares de El Nacional. Eran, uno, la muerte de Julio en París debido a una extraña leucemia que también había matado a su compañera Carol, y la otra un vuelo que se había estrellado llevándose con él a cuatro entrañables amigos escritores que venían de un congreso literario, el vuelo 011 de Avianca proveniente de París, con escala en Madrid: el novelista peruano Manuel Scorza, el gran crítico literario uruguayo Angel Rama, la mítica crítica de arte colombiana Marta Traba, y el autor de novela policíaca mejicano Jorge Ibargüengoitia.
Los cinco habían llegado a mi vida de manera extraña como una epifanía, y habían sido mis entrañables amigos a pesar de la cantidad de años que nos separaban en edad y en experiencia. Marta y Angel me dieron clases en la universidad UCV, a Manuel lo entrevisté para El Diario de Caracas en 1980 y nos volvimos postalemente inseparables, a Jorge me lo rifé en una parrillada en Querétaro, y a Cortázar en casa de Julio Silva, su amigo y alter ego en París, en una noche de tangos y de sorpresas.
Duele aún veinticinco años después hablar de ellos en pasado, porque en mi corazón siguen conversando y brindando por la vida...cuando nos reunamos el día señalado, guárdenme una nube mullida y ruidosa, para compartir el vino de la eternidad...
Mharía Vázquez Benarroch IN MEMORIAM REGIS
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